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Hija de Puta

  • Foto del escritor: La Maca Ve
    La Maca Ve
  • 8 ene 2020
  • 9 Min. de lectura

Mi nombre no es relevante, me apodan “Hija de puta” la primera vez que lo escuche tenía cerca de tres o cuatro años. Vienen a mi mente imágenes difusas de rostros que vociferan palabras que no recuerdo, en mi memoria almaceno sentimientos y sensaciones. Ese día en particular recuerdo que mi padrastro llego a casa gritando y peleando con mi madre, yo me aferre a ella con miedo e impotencia por no saber qué le sucedía, de pronto la empujo y ambas caímos al suelo, luego ella me abraza para que las patadas de aquel hombre no me llegaran directamente. Cuando se cansó de golpearnos, nos escupió y con sus ojos llenos de ira me observa diciendo: “Eres igual que tu madre… Eres una hija de puta”


El día a día en esa casa era insoportable, no recuerdo haber tenido alguna alegría, no recuerdo haber reído, nunca invite a alguna amiga a mi casa, no era de tener amigas, más bien me gustaba disfrutar del recreo sola sin que nadie me molestara, eso para mí era el mejor momento del día, no había dolores estomacales, no había nadie que gritara, no había nadie a mi alrededor y eso me daba paz. Recuerdo que al llegar a casa instantáneamente aparecía el dolor, una sensación de angustia que es difícil de describir.


Cuando tenía doce años mi padrastro llego temprano de su trabajo, yo estaba haciendo los deberes de la escuela en el comedor y mi madre había salido a comprar víveres con el escaso dinero que ganaba haciendo pequeños trabajos para las vecinas. Ese día llego haciéndose el amable, se sentó junto a mí y me pregunto por mamá, le dije que había salido y comenzó a decirme lo hermosa que estaba, lo buena hija que era, sentí su mano en mi pierna como una brasa ardiendo de carbón, el siguió con su discurso de que había hombres que no me merecían, que era demasiado hermosa para estar con cualquiera, yo no tenía ni idea de lo que hablaba. De pronto me pregunto si me habían dado alguna vez un beso, lo quede mirando sin saber que responder, es ahí donde me beso y sentí su aliento putrefacto, su lengua como un calamar baboso en mi boca, haciéndose espacio por entrar a mi garganta. Su mano se metió por mi entrepierna mientras con la otra dirigió mi pequeña mano hacia su cuerpo, haciendo que tocara algo duro en su pantalón. Cuando sentí la puerta, se alejó inmediatamente de mí no sin antes decirme que eso era un secreto entre ambos y que si mi madre llegaba a enterarse se molestaría mucho conmigo. Quede aterrada, inmóvil, como una estatua, no sabía qué hacer, quería llorar, gritar, matar a ese tipo, pero sabía que si hablaba no me creerían.


Era domingo y tenía catorce años, mi madre había ido a la feria a comprar las verduras de la semana, yo no quise ir porque estaba cansada había estudiado hasta tarde para examen de matemáticas del día lunes. Estaba en mi habitación cuando sentí que la puerta se abrió, pensé que era mi mamá que me pediría algo pero no, era mi padrastro que se acercaba a la cama solo cubierto con su ropa interior, me hice la dormida y se acostó a mi lado. Comenzó a tocarme por todos lados, no sabía que hacer estaba paralizada por el terror de sentirlo detrás de mí, había algo que me punzaba la espalda, sentí su boca en mi cuello y sus manos forcejeando con mi pijama. Como pude trate de parar la situación, lo quede mirando y solo me dijo: "si le cuentas a tu madre, la mato frente a tus ojos, así que hazle un favor y coopera”. Unas lágrimas de rabia cayeron de mis ojos mientras aquel hombre me abría las piernas y forcejeaba duramente para ingresar dentro de mí, sentía mucha rabia y dolor, pero sobre todo sentía asco, quería vomitar, pero no podía hacerlo, su cuerpo me aplastaba haciéndome mucho daño, quitándome el aliento. Fueron los minutos más eternos de mi vida. Cuando termino en su tarea, su cuerpo cayó a un lado de la cama y me dijo “ve a lavarte, que tu madre te encuentre vestida cuando llegue”. Me sentí sucia y culpable. Estuve en la ducha más de veinte minutos tratando de sacar esa sensación en mi cuerpo, sentía sus manos, su aliento, su olor y oleadas de asco invadían mi estómago, estaba cansada, adolorida del cuerpo, pero me dolía mucho más el alma.


Paso el tiempo las discusiones seguían siendo comunes, pero el ya no era hiriente conmigo, me traía golosinas, revistas o cualquier cosa pequeña que encontraba por ahí. Mi madre lo tomo como que “Había aprendido a ser un buen padre”… Que ironía, ella se descuidaba y el aprovechaba de penetrarme, de violarme, me decía que era de él y que ningún hombre tenía derecho a disfrutar de mi porque yo era su niña, me hacía ver videos que sus amigos del trabajo le enviaban mientras me tocaba por todos lados, yo actuaba por inercia, ya sabía que cuando estábamos solos debía ir a mi cuarto y desnudarme mientras que él se subía encima de mí. Uno de esos días él quiso probar algo nuevo, según él lo había visto en un video que reenviaron a su móvil. Estaba desnuda tendida en mi cama, cuando llego a mi habitación el llego vestido completamente, eso me dejo perpleja, pensé que se había cansado de “hacerme cosas”, se acerca lentamente y cae de rodillas a un costado de mi cama, comienza a acariciarme las piernas y me toma de las caderas de forma que quedo frente a él. Luego con su boca busca mi entrepierna simulando ser un perro que bebe agua. Yo no quería sentir nada, pero sentí demasiado su lengua raspando mis partes íntimas, estaba confundida era una cosquilla que me gusto pero me odiaba por eso. El odio crecía cada día más y me imaginaba mil formas en las que lo asesinaba, o que moría de forma lenta y cruel.


Cuando cumplí dieciséis, me puse de novia con un chico de la escuela, el me busco hasta que no pude decirle que no y para que me dejara tranquila pues nos pusimos de novios. Era un chico mayor tenia diecinueve, pertenecía a una pandilla donde se juntaban en las noches a correr en coches, clandestinamente, Byron mi novio era el líder y vendía algunas cosas que le ayudaba a solventar su gusto por el derrape.


No sé cómo se enteró mi padrastro pero cuando llegue a casa estaba furioso, me golpeo frente a mi madre diciéndome que era una zorra, una puta, que no quería mujerzuelas en su casa, quedaría preñada y mi hijo sería un huacho muerto de hambre igual que mi madre y yo. Fue tan duro el golpe de puño que me dio que caí inconsciente en el comedor. Desperté al día siguiente en mi cama, con mi madre a mi lado, la mire con frustración y rabia, todos estos años aguantando por un techo, un plato de comida, un poco de dinero. Ya no tenía miedo, me daba lo mismo aquella mujer, me había muerto por dentro.


Apenas pude incorporarme, Salí de mi casa sin ser vista, me maquille lo mejor que pude para disimular los golpes de mi padrastro. Busque a Byron y le conté todo, absolutamente todo, ya me daba lo mismo, el me miro y siendo un joven duro y estoico, no dejo de maldecir a aquel hombre que había hecho de mi vida un infierno. Me dijo que no se quedaría tranquilo, que tenía muchos amigos que podrían solucionar el problema. No me importaba nada, solo quería saber que podría estar tranquila un día en mi vida. Llegue a mi casa y mis padres estaban en su dormitorio, no se percataron que había salido de casa. Me recosté en el sofá y llore por primera vez en años, llore tanto que me quede dormida. Cuando desperté vi a mi padrastro a mi lado, me asuste pero él me tranquilizo. Me dijo muy despacio pero con tono firme que “Debes terminar con tu novio porque si no matare a tu madre”, me dijo que “tenía que entender que yo era su mujer y de nadie más”. Llamo a mi madre y le dio dinero para que fuera al mercado (yo ya sabía lo que el planeaba) mi madre le dijo que había comprado todo lo necesario para la semana, el la agarra del cabello y le dice furioso que no lo contradijera, que fuera a comprar los víveres que hacían falta, que se demorara porque el tenía cosas que hacer. Me invadió el terror, sabía lo que quería, pero estaba furioso, me golpearía eso era seguro. Mi madre salió de la casa, mientras mi padrastro entro a su habitación. Yo estaba buscando la forma de escapar cuando sentí que su mano como un garfio toma mi brazo. “Para donde vas” me dijo con una sonrisa burlona, “Me debes respeto”, no sé de donde saque fuerzas para gritarle, “yo no te debo nada maldito hijo de puta”. Se rió en mi cara y me contesto muy sarcásticamente “Aquí la única hija de puta eres tú”, “Solos sirves para que te claven la pija”. Acto seguido me lleva forcejeando hacia la mesa del comedor, tiró las sillas hacia un lado y me empuja boca abajo encima de la mesa, se abre camino entre mi ropa rasgando mi lencería, siento un dolor penetrante en mi trasero y un grito emana desde lo profundo de mi alma, las lágrimas me salían profusamente mientras sentía sus estocadas. “Perra… Eres una perra chillas igual que tu madre cuando se lo meto…”. No tenía fuerzas para luchar, solo me quede tranquila, inmóvil esperando que el maldito terminara luego su juego. Una vez que acabo me jalo el cabello y me besa con su boca hedionda, “Eres mi mujer, desde hoy dormirás conmigo, tu madre dormirá en tu pieza”. No lo podía creer ¿es que acaso mi madre sabría esto?


Cuando ella llegó del mercado, mi padrastro le dijo que ella se iría a mi habitación, porque comenzaría a dormir conmigo, palideció impactada por lo que estaba escuchando, y dirigiéndose a mí me agarro del cabello, abofeteándome furiosa “Eres una puta como me haces esto y en mi casa él es mi hombre y tú no te quedaras con el” mi padrastro la separa de mí y la convence diciéndole que se quede tranquila, que yo lo seduje pero que a quien ama es a ella, el solo quiere un hijo y como llevan tanto tiempo juntos sin darle ella hijos, pues acepto que yo fuera su mujer para solamente tener un niño en la casa. No quería creer lo que estaba escuchando, pensé que me estaba volviendo loca el maldito quiere un hijo, mi madre se preocupa porque le quito a su hombre y yo estoy vejada, violada, molida, golpeada, abusada y no le importa.


Al caer la noche le pido que me deje dormir por última vez en mi habitación, que al día siguiente cambiaría mis cosas de lugar “No te preocupes” me dice mi madre muy fríamente, “No cambiaras nada de lugar, solo serán algunas noches así que no te hagas ilusiones”. Hacerme ilusiones… ¡haha! No podía disimular mi cara de sarcasmo, “Tranquila, que tratare de no gozar” pensé en responder, pero ya no valía el esfuerzo. No podía dormir estaba tirada en mi cama, era tarde cuando siento que derriban de un golpe la puerta de entrada, ingresaron cuatro tipos con sus rostros cubiertos y buscando a mi padrastro, mi madre comenzó a gritar y de un golpe la silenciaron uno de ellos entro a mi cuarto, me dio una cinta de embalaje indicándome que me la pusiera en los ojos y en la boca, luego que hace esto, me toma de las muñecas y me las amara detrás de la espalda, estaba muy asustada, pensé que por fin moriría, era un alivio mezclado con miedo.

Siento los ruegos de mi madre de que no le hicieran nada a su esposo, mientras el imploraba misericordia, aquellos hombres hablaban entre ellos murmurando, pero había uno que reía mucho y se burlaba de mi padrastro. “Baila como un pollo” le gritaba, mientras escuchaba los golpes “Es un marica, mira como se ha meado encima” escuchaba desde mi habitación toda la charla que se producía en la casa. Uno de los tipos se acercó a mí y me susurro en el oído “Cariño, no tengas miedo soy yo Byron, no te sucederá nada” me desespere, comencé a tratar de soltarme, pero fue tarde, sentí dos disparos y luego silencio.


Han pasado 25 años desde aquel día, recuerdo que llego la policía, y vio los cadáveres de aquella estúpida pareja en el comedor. En el funeral hablaron de lo maravillosos que eran mis padres, lo abnegada y dedicada que era mi madre como esposa y de cómo ambos se amaban, con todo el cariño que me habían rodeado. No llore, todos pensaron que era por el estado de shock en el que me encontraron, pero en el fondo estaba feliz viendo a esos malparidos muertos en esa tumba. Finalmente la casa se vendió, la hermana de mi madre me llevo a vivir con ella a otra ciudad, y termine mi estudio tranquilamente. Al cabo de un tiempo me recibí de psiquiatra, trabajo en el departamento de justicia de la ciudad, hago los diagnósticos a quienes son acusados de crímenes violentos. Cuando tienen buenos abogados y salen absueltos, juego mis cartas para que vayan internados al psiquiátrico del que soy directora, ahí recibe un trato bastante “Especial” de mi parte, por lo general la mayoría de ellos nunca más logra dañar a nadie, porque nunca más salen de ahí con vida.


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